Dice un refrán muy sabio "un paso atrás ni para coger impulso". Lo firmo y lo afirmo, aunque a veces (pocas, muy pocas, contadas) sí es bueno retroceder para volver a avanzar. Los impulsos nos llevan con seguridad a cometer locuras, aventurarnos a lo que, de otro modo, no haríamos ni en nuestros más disparatados sueños. Pero cuando una fuerza desconocida te empuja, ¿quién eres tú para oponerte? Como dice mi buen amigo Pedro, que no me vaya a creer yo que me gobierno sola.
Otras veces, sin embargo, sólo queda la huida hacia adelante. En este mundo, en el que muchos optamos por la soledad compartida, correr sin mirar atrás se vuelve casi una necesidad cuando dos camiones de esos de dieciocho ruedas se encuentran en una carretera estrecha y chocan sin remedio. En ese momento no vale volver atrás. El más fuerte hace añicos al otro y lo convierte en un amasijo de hierros, pero al menos sale ileso. No hay nada peor el dolor autoinfligido.
En este mundo tan incierto ya nada es verdad ni es mentira, los tópicos caen, las afirmaciones rotundas no sirven y el relativismo lo impregna todo. Incluso en las relaciones personales, tan rígidas a veces, se disuelven los estereotipos como un aspirina efervescente. Volvía a leer por enésima vez uno de los libros de cabecera de mi mesita de noche y me reía al retomar unas líneas que vienen a decir que los hombres a cierta edad se vuelven alérgicos al compromiso y que sólo quieren sexo sin complicaciones. A día de hoy puedo decir que en más de una ocasión me he encontrado con una mujer que intenta sacudirse a un amante porque es él quien quiere algo más que encuentros casuales y furtivos. Por ejemplo. Por suerte.
El cambio se deja entrever a ratos por entre los cristales esmerilados de la mediocridad. El cambio, amigos míos, es algo que nadie puede parar. Aunque consista en dar un paso atrás sólo para coger el impulso necesario.
martes, 17 de abril de 2007
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1 comentario:
Yo digo que merece la pena, que un salto atràs de vez en cuando te llena de energìa, aunque sea por la adrenalina que genera esa incertidumbre. Un paso atràs no por miedo, sino porque nada merece tanto la pena como tu vida. Y para gozar de una vida plena, tu camino debe estar despejado de ataduras mentales superfluas. Gobernar nuestra libertad, que es lo que nos queda, que no es poco. Besos, niña, desde mi rincòn. MC
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