viernes, 27 de abril de 2007
La vida en corto
El tiempo nos acecha y nos acota el terreno en nuestro día a día. La hora a la que te levantas, a la que te acuestas, a la que pasa el tren o el autobús, a la que tu madre te dice que llegues a casa, la hora en que tienes una cita importante, una rueda de prensa, la hora de la peluquería, la del baño, la de la comida... Y esos periodos de tiempo se suelen alargar o acortar según las ganas, el empeño, el interés o la desidia.
Pero hay tiempos que uno no controla. Y lo que normalmente sería un abrir y cerrar de ojos, de repente se vuelve una agonía por la vehemencia o la impaciencia con la que se espera el resultado. Sin embargo, en otros casos, de lo que se podría haber esperado una charla amena y fructífera se queda en una conversación atropellada de pocos minutos. ¿Cómo carajo se puede conceder una entrevista en OCHO MINUTOS? Eso es lo que ha tardado exactamente, segundo arriba, segundo abajo, una afamada cantante en responderme a mí diez preguntas que yo tardé ayer media hora en elaborar, sólo documentándome y estrujándome el cerebro. Vale, tampoco es que su último disco me vuelva loca, pero mi trabajo me obliga a saber con quién coño voy a estar hablando.
Cierto que la hora de la entrevista (las cuatro de la tarde, pero la puso ella) no es una delicia, pero podría haberse estirado un poquito más porque ahora voy a tener que inventarme los conectores, la mitad de los verbos y poner muchos anacolutos para rellenar espacio. Y eso que es la entrevista estrella de la próxima edición del periódico. Me cago en la puta.
Ahora me pregunto por qué estoy aquí en lugar de en mi sofá viendo Friends y disfrutando de mi té. Y me pregunto qué leches voy a hacer hasta las cinco y media de la tarde delante de un ordenador sin nada más que escribir. Respuesta: me vuelvo a mi sofá, que para algo mi balcón está a dos minutos de la redacción. Así me da tiempo por lo menos a ver el último capítulo de Friends de hoy y un poco de Bea. Sí, hijos míos, el marujeo también entra dentro de los planes de esta servidora que coge lo mejor de estar soltera y lo mejor de ser una solterona (que son dos cosas bien distintas).
Como diría Julieta, así parafraseando, nada literalmente, que el sol dé la vuelta lo más rápido posible y la luna se esconda pronto para que el nuevo día llegue. No sé si debajo de mi balcón estará Romeo, pero al menos yo ya estaré lejos de este viernes que más que un jueves parece dos juntos. Ay.
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