miércoles, 28 de noviembre de 2007

Enchanted


Se acercan las navidades (sí, lo sé, es increíble, pero aquí están otra vez) y todos nos volvemos un poco... navideños. Las carteleras de cine se llenan de pelis moñas que nos recuerdan que, al menos una vez al año, debemos ser buenos con los demás, enamorarnos en París, vestirnos de rojo, besarnos debajo del muérdago (¡malditas pelis americanas! ¡si aquí no hay muérdago de ese!), cantar delante de una chimenea y esquiar. La madre que los parió. ¡Pero si nosotros somos felices dándole con el tenedor a una botella de anís y cantando aquello del "campana sobre campana"!


El cine tiene mucha culpa de que (y cito) "ejemplares válidos" como una servidora se encuentren al borde del colapso mental y senti-mental porque no hay ni muérdago, ni París, ni chimenea ni ná de ná. Por eso, para levantar el ánimo invernal y pre-navideño, me fui a ver una película que se caga (con perdón) en todos los tópicos sobre los príncipes y las princesas, las damiselas en apuros y las malas de telenovela.


A pesar de ser de la factoría de los enanitos de Blancanieves y de tener como prota al actor más azucarado de los últimos tiempos (oh, macdreamy!), es ácida como ella sola. Encantada es una parodia (amable, pero parodia) de todos los cuentos de hadas, con sus números musicales y sus pajaritos (y sus ratas de alcantarilla neoyorquina) ayudando a hacer la colada. Con toda esa explosión de ironía, salí de la sala de cine mucho más reconfortada que cuando entré, rodando como una pelota por el maldito browny de chocolate (uhm, qué rico y cuánto chocolate).


Por cierto, de mayor quiero ser como Susan Sarandon haciendo de mala. ¡Vaya plataformas!

domingo, 25 de noviembre de 2007

lunes, 19 de noviembre de 2007

Las alegrías de la política

No hace mucho estuve en un local de ensayo de grupos musicales donde me dijeron que me hiciera la sueca si veía algunos "helechos" sospechosos en el patio. Yo contesté que sería ciega, sorda y muda. Aunque lo de ciega no iba con segundas... En fin, el caso es que no me extrañó lo de la pequeña plantación de jardín de la alegría. Sin embargo hoy la prensa se encarga de poner una sonrisa en este lunes que amenaza lluvia (sí, sí, son más de las cuatro y no ha caído una gota) y me hace preguntarme quién no se ha fumado un canuto en su vida.

La noticia en cuestión habla de un secadero de maría en los sótanos de unas dependencias locales en un pueblo de la provincia de Sevilla (no vamos a desvelar al pecador). Los ediles dicen que no tenían ni idea y que debe ser que otras entidades, a las que se prestaron las instalaciones municipales, metieron allí el pequeño alijo sin que las autoridades se dieran cuenta. Y, para colmo, multitud de niños acudían a actividades formativas a diario.

La mala de telenovela que llevo dentro me empuja a imaginar un salón de plenos hecho un submarino, con todos los grupos políticos olvidando sus diferencias y cantando el No woman, no cry acompañados de bongos y timbales. Los funcionarios no te mandarían al cuerno si les pidieras el impreso 34-B-345, porque verían estrellitas de colores y la vida les parecería maravillosa. Los policías municipales estarían menos tensos y pondrían menos multas. Los ciudadanos se beneficiarían de una administración local más cercana y relajada (eso por descontado).

No es cuestión de hacer apología del ciego colectivo, es sólo para ilustrar que la alegría y la felicidad de nuestros políticos y nuestros funcionarios públicos (sin acudir a las sustancias psicotrópicas, se entiende) repercutiría de forma positiva en todos. No es bueno acudir al despacho con cara de perro ni morderle al parroquiano de turno porque hace más preguntas de la cuenta. Aunque parece que los de este ayuntamiento en cuestión estaban tan, tan relajados que no se han dado cuenta de que les han colado un gol por toda la escuadra.

Relax, take it easy, pero no tanto, hombre.

Para decir condiós a los dos nos sobran los motivos


Este adiós no maquilla un hasta luego,
este nunca no esconde un ojalá,
estas cenizas no juegan con fuego,
este ciego no mira para atrás.
Este notario firma lo que escribo,
esta letra no la protestaré,
ahórrate el acuse de recibo,
estas vísperas son las de después.
A este ruido tan huérfano de padre
no voy a permitirle que taladre
un corazón podrido de latir.
Este pez ya no muere por tu boca,
este loco se va con otra loca,
estos ojos no lloran más por ti.

viernes, 16 de noviembre de 2007

This is the end, my friend

Las horas pasan largas y extrañas cuando se cuenta el tiempo desde y no hacia. Y aún más cuando la noche se ha juntado con el día sin saber cómo y has llegado a ponerte delante del ordenador como un autómata al que le meten un nuevo programa en sus circuitos internos o un burro al que le han ajustado las orejeras para que no vea más allá de su nariz... de burro.

Las horas lentas se recrean en los dedos mientras pulso las teclas ahora mismo; parecen decirme que la vida no se para, pero para mí se ha ralentizado en una suerte de moviola desconocida. Cuando las horas pasan y se cuentan desde y no hacia el sentido de esas horas cambia, decae el ritmo cardiaco, pesan los ojos, los brazos, las piernas, el alma pesa.

Cuando cae un chaparrón tormentoso, de los que te cogen en plena calle y te dejan tiritando, puedes quedarte ahí, chorreando y helada, o puedes correr a casa, darte una ducha caliente y encender el brasero. La cuestión es que siempre te pillan por sorpresa. O no tanto, porque ya oteabas las nubes en el horizonte, aunque pensando que pasarían de largo.

El invierno ha llegado de repente y, con él, el frío. Mucho frío.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Alter ego

Descubrir que no estás sola en el mundo es algo maravilloso, aunque resuenen los ecos de aquel refrán del mal de muchos... Es todavía más maravilloso cuando lo descubres a través de los ojos de una persona a la que ni siquiera conoces, que no comparte contigo espacio, idioma, educación. Y que, para colmo, es un personaje de ficción.

Gracias al Planeta Millás (estoy deseando leer su última novela) me he fascinado por aquello de la metaficción, los espejos, los hermanos gemelos, las almas gemelas, el otro, el yo, el alter ego, en una vida real o imaginada, de carne y hueso o de humo y polvo. En el mundo de las letras, de las ideas, todo puede suceder. Las barreras caen y el pacto de ficción pone en juego elementos que en la realidad no servirían. Pero, ¿qué pasa cuando, además de una humana más, te conviertes por arte de magia en un personaje de novela? Los límites de lo convencional se desdibujan y entras en una suerte de feliz cuelgue irreal. Por el placer de la lectura, por el placer de verte como en un espejo, por la dulzura de que alguien te describa sin conocerte, por la vanidad en general.

También asusta tanta exactitud, palabra por palabra, diálogo tras diálogo y pensamiento a pensamiento. ¿Somos multitud aunque nos sintamos únicos e irrepetibles? ¿Somos una generación unida por los mismos lazos, a pesar del tiempo y la distancia?

Bajo la tapa de un libro o detrás de la cara coloreada de un DVD, ahí estamos. Eso es lo que somos. Así es como nos ven. Nuestro alter ego.

domingo, 11 de noviembre de 2007

No me queda más espacio en el cerebro para escuchar a Abba

Tengo un amigo al que le da rabia Woody Allen. Yo creo que es porque a él se le ocurren frases geniales pero nadie las escucha. Al menos no millones de personas en todo el mundo a través de la pantalla grande. Pero como yo soy una buena amiga-hija-nuera (todo a la vez, qué arte) la dejo aquí estampada en mi titular para que se extienda por el mundo cibernético y bloguero. Quién sabe si algún productor avispado no le da por meterse en esta página y, como el Chomsky de la canción, se enamora, aunque no sea de mí, sino del genio creador de mi amigo-madre-suegra.

La verdad es que cuando llevas tres cuartos de hora en un bar y te has escuchado todos los grandes éxitos de la banda sueca del derecho y del revés, es capaz de darte un patatús. Yo no sé si eso será verdad, eso de que vas llenando el cerebro de cosas y de repente te das cuenta de que ya no cabe nada más. Con este mito de que sólo usamos el diez por ciento, a lo mejor es verdad. Vamos, que llenamos esa porción minúscula y sanseacabó. A veces me pregunto si no habré llegado al tope. Se me olvidan palabras, me cuesta recordar fechas y ni siquiera sé la matrícula de mi coche (¿pero es que alguien se sabe la matrícula de su coche?, escucho a mi vocecita interior). Sin embargo recuerdo a la perfección diálogos de películas y series, la ropa que llevé en tal o cual ocasión y detalles como olores ligados a determinadas experiencias (lo de los olores ya me supera, en serio).

Tal vez es que tengo la neurona saturada por haber estado acumulando basura mental. ¿Por qué no existirá una maquinita o algo, tipo el pensadero de Dumbledore (mira que salir del armario a estas alturas...), en la que depositar los pensamientos negativos, las malas experiencias o aquello de lo que ya estás cansada de darle vueltas? Tanta tecnología y no la ponen al servicio de las mentes de la clase olla exprés.

A fin de cuentas, y después de pensarlo, no me gustaría ser una máquina, que se pudiera resetear después de hacer copias de seguridad. Somos lo que recordamos (¿dónde he leído esto antes?) y lo que los demás recuerdan de nosotros. Aunque el pasado no sea más que un sueño y el futuro sea la esperanza de un mañana. Por lo menos procuraré que mis sueños sean felices y mis mañanas me despierten con el sol entrando por la ventana y una sonrisa en la almohada. Aunque para eso tenga que desconectar un ratito la radio, no vaya a ser que entre en crisis con la cuarta escucha de Waterloo.

viernes, 2 de noviembre de 2007

¿De qué sirve un taxi cuando todo sale mal?

Que Woody Allen es uno de mis directores de cine preferidos no es ningún secreto. Y aunque muchos vaticinen que el genio está en decadencia, permitidme que os diga, sufridores míos, que es una opinión tan respetable como cualquier otra, pero que no comparto. Simplemente ha cambiado de registro. ¿Quién no evoluciona, más en una sociedad como ésta, en la que los tiempos corren y nos adelantan incluso por la derecha?

Como no soy experta en cine, sólo una espectadora forofa, no sé decir si técnicamente Cassandra´s dream es más o menos perfecta. Sólo puedo opinar que hay ciertos planos, ciertos diálogos (como siempre en Allen) y ciertas cosas que no se dicen pero se intuyen, que hacen que atrape, como la mitológica Casandra atrapaba a los hombres en su red, para luego burlarse de ellos. Como griególoga oficial de los alfileres secretos no voy a evitar la referencia al personaje mítico, que se divide como en un caleidoscopio en la película que vi ayer en la sesión matinal. Sólo dos ejemplos. La femme fatale que seduce al hermano ambicioso es la cara, mientras que la cruz es ese otro hermano jugador, bebedor y enfermo que durante todo el filme está previendo lo que va a suceder, aunque nadie lo cree (como a la Casandra de Troya).

La ambición, el poder, el fátum (incluida también en el DRAE, que conste), la seducción, ... se mezclan para resultar una tragedia griega a lo moderno que, como en cualquier obra de Eurípides, contiene fratricidios, sensualidad, una madre (como todas las madres), un poderoso, una doncella y un final donde, como dicen en mi pueblo, muere hasta el apuntaor.

Me quedo especialmente con dos detalles. Uno, el sorprendente papel de Collin Farrel por lo convincente que resulta (de Ewan me esperaba un poco más, la verdad, snif). Dos, el cuadrito ovalado de La Creación de Miguel Ángel en la mesita de noche del hermano alcohólico. Brutal.