Un mosquito me ha picado en la punta del dedo corazón del pie izquierdo. Estaba yo cómodamente en mi sofá, viendo Friends, cuando sentí una punzada tremenda en la susodicha parte. No noté el resquemor hasta que era tarde, puesto que se trataba de esa hora vespertina en la que no soy dueña de mi cuerpo y las neuronas se sientan un rato a descansar, sin pelearse demasiado con el mono 13.
En esas estaba, digo, y no me di cuenta de que un bichito enano y punzante se estaba apropiando de unos preciados centilitros de sangre, con lo faltita que estoy yo del liquidillo ese rojo que nos corre por las venas. Tras la punzada inicial y el susto de despertarme sin saber quién era ni dónde estaba, lo vi.
El final, podéis imaginarlo. Lo cacé (bichejo torpón...) y le di muerte. No ha sido una gesta memorable ni heroica, pero aunque yo tengo una miniatura de roncha en el dedo corazón de mi pie izquierdo (sí, ese pie en el que una peca sabia habita en el dedo gordo) él se ha despedido de este mundo cruel.
El bichejo no sabía que, aunque medio sopa y atontada por el rurún de la tele, no le quito ojo a mis adorados piececitos. No hay que confiarse, aunque el enemigo esté, o parezca estar, aletargado. La bestia nunca duerme.
viernes, 18 de mayo de 2007
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1 comentario:
La historia del mosquito me recuerda que el otro día por fin cacé yo a mi mosca, esa que no se como se había alojado en mi salón/oficina. Ya no podía mas y esperé pacientemente a que se posara a descansar. Y allí sobre un bolsa de merchandasing de un partido político y con la ayuda de un periódico partidario de otro partido diferentede, llegó su final. Me hace pensar en que no pudo soportar la tortura que supone unas elecciones municipales, más en este pueblo ay.
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