Sevilla en primavera. ¿Hay que decir algo más? La avenida de la Constitución es otra desde la reforma. Han sido meses de puteo para los vecinos de la zona, obras, baches... pero ahora está que da gusto pasear por allí (a excepción de los rieles del tranvía, que amenazan con partir algún tobillo que otro).
La noche es templada, la gente está en la calle, las terrazas se llenan, los árboles están cuajados de flores. Los instintos más primarios salen a la superficie. Y se vuelve lícito frivolizar. A pesar de la que está cayendo (no hay más que poner las noticias para enterarse o trabajar en un medio local con las elecciones municipales a la vuelta de la esquina, como es el caso) una se permite echar una ojeada al mercado de la carne. Que de vez en cuando también sienta bien.
Los chaparrones de mayo duran poco y lavan los pinos. Pero después de los chaparrones sale el sol y la gente se descoca. En una concentración de personas medianamente grande como el concierto de anoche se puede ver de todo. Niños monos, niñas monas, algunos muuuuy monos, y la sangre se altera, para qué nos vamos a engañar.
Te tomas un vino, tapeas, tarareas canciones, algunas las bailas incluso, echas un vistazo, saludas a gente, fumas, disfrutas de la brisa (¿por qué tendré tanto calor últimamente?) y te sientes tan bien que no quieres que ese momento termine porque, para colmo, estás rodeada de amigos.
Lo dicho. Primavera en Sevilla. ¿Alguien da más?
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