jueves, 31 de mayo de 2007

Nena, tú vales mucho

Big girl, you are beautiful

Walks in to the room
Feels like a big balloon
I said hey girl you are beautiful
Diet coke and a pizza please?
Diet coke I’m on my knees
Screaming, big girl you are beautiful!

You take your skinny girl
I feel like I’m gonna die
Cause a real woman needs a real man here's why
You take your girl and multiply her by four
Now a whole lot of woman needs a whole lot more

[Chorus]
Get yourself to the butterfly lounge, find yourself a big lady
Big boy come on around and they'll be calling you baby
No need to fantasize since I was in my braces
A watering hole wher the girls are round, and curves in the right places

Big girl you are beautiful (aha)
Big girl you are beautiful (aha)
Big girl you are beautiful (aha)
Big girl you are beautiful (aha)

Walks in to the room
Feels like a big balloon
I said hey girl you are beautiful
Diet coke and a pizza please
Diet coke I’m on my knees
Screaming, big girl you are beautiful

You take your girl and multiply her by four
Now a whole lot of woman needs a whole lot more

Big girl you are beautiful (aha)
Big girl you are beautiful (aha)
Big girl you are beautiful (aha)
Big girl you are beautiful (aha)

domingo, 27 de mayo de 2007

Pollo después de medianoche

Sevilla. Sábado noche, con amenaza de lluvia y un frío que pela. Centro Andaluz de Arte Contemporáneo o, lo que es lo mismo, Monasterio de la Cartuja (el de las chimeneas y los altos hornos de donde se sacan las vajillas que se regalan como ajuar). El concierto del año para los modernitos de la ciudad está a punto de empezar. O, mejor dicho, los conciertos. Varios escenarios acogen varias actuaciones de grupos ochenteros (eighties are back) y algunos más nuevecitos.

Ahí estaba yo, casi helaíta de frío (¿por qué no me hice caso a mí misma y me puse los vaqueros?), entre una multitud que acrecentaba mi agorafobia-claustrofobia de esos casos, dispuesta a enfrentarme a una música que no había oído ni remotamente. Ah, y con una calentura en el labio que me había salido esa misma tarde. Horror.

Aunque una se deja llevar por la música y no tiene prejuicios (excepto con el reguetón y el tecno 'a jierro', que no los soporto), tener delante a unas cotorras patológicas (¿a quién coño le importa cómo era el vestido que llevaba Pepita en la boda de su amiga?) y no ver un pimiento porque, qué se le va a hacer, una es chica, me impidieron disfrutar del primer grupo como ellos se merecían. Encima que habían venido de tan lejos los buenos hombres... En fin, que entre desmayos del respetable, posibilidad gratuita de colocarme sólo con el humillo vecino y algún que otro vaivén de la masa, no pude hacerme con lo que voceaba el cantante (clavadito a un profe mío de inglés) desde el escenario.

Una cerveza y un cigarro después, el segundo grupo. Una especie de folk americano que me animó bastante, me hizo bailar e incluso olvidar el frío. La conversación y la compañía también ayudaron, rodeada siempre de los incondicionales. Mirar la fauna también fue una diversión. No había visto tanta variedad junta desde... no había visto NUNCA tanta variedad junta. Por edad, por estética, por tendencia sexual, por gustos musicales, por nacionalidad. Ah, las patatas de supervivencia me salvaron la vida, bien entrada ya la madrugada.

Una madrugada en la que deberían haber hecho caso a las sabias palabras de aquel oriental ciego (¿era ciego o me lo estoy inventando?) que le vendió el Moway al niño de Los Gremlims: no lo mojes, no lo expongas a la luz y no le des de comer después de la medianoche. Pero, como en las pelis de terror, lo suyo es que se desoigan los consejos y se vaya directo a la boca del lobo. ¿De verdad una guitarra, un bajo, una batería y dos acordes hacen una canción? ¿De verdad un ruido infernal es una canción? ¿De verdad, de verdad, hubiesen hecho bises de no haber sido ya las cuatro de la mañana?

A esto se expone una con los festivales, claro. Pero también se aprende de la experiencia. Uno: llevar vaqueros SIEMPRE, aunque te aseguren que te vas a encontrar con el mismísimo Ewan en persona. Dos: llevar un bocata en el bolso (¡un bolso grande, por dios!). Tres: escuchar antes algo de los grupos que van a actuar, para no sentirse bicho raro. Y Cuatro: un par de tapones de oídos, por si acaso.

jueves, 24 de mayo de 2007

El Mono 13 se ha sentado ¡por fin!

El Mono 13

Empezaré diciendo que es jueves, lo que debería ser una pista más que razonable para los que ya conocen este rincón de que no presagia nada bueno. En esta ocasión les hablaré del Mono 13, que ha aparecido subrepticiamente en algunas líneas que he escrito recientemente.
El Mono 13 es un mito de mi propia infancia, tan ligada a los libros, los cuentos de hadas, los poemas, las canciones y las historias. En un ambiente feliz, en el que la vida se resumía a las páginas de los cuentos que mi madre me leía y que luego aprendí a leer yo, cayó en mis manos un libro de Gloria Fuertes, Coleta, la poeta. La historia de una niña excéntrica, que colecciona burros en vez de cromos y viaja al Polo Norte para conocer al pingüino Marcelino. En ese libro, que costó en su momento 530 pesetas, aparece el singular Mono 13. La historia es bien sencilla: en la cabeza existe una salita donde hay 12 sillas y 13 monos. El Mono 13 siempre está apartado, en cuclillas en el suelo, mientras los demás hacen sus monerías sentaditos en sus sillas. Cuando el Mono 13 se harta, se pone a berrear y a discutir y, según Coleta, es cuando nos duele la cabeza.
Para mí el Mono 13 se manifiesta no sólo con la temida cefalea, sino que es el símbolo de esa chinita que se nos clava en el zapato cuando menos te lo esperas. Es el jarro de agua fría en el momento de mayor euforia. Es el demonio perverso que lucha con el angelito celestial para convencernos de la maldad.
Hoy voy a contarles la historia del Mono 13 a unos niños de seis años. Hoy vuelvo a hacer de cuentacuentos (igual que el año pasado por estas fechas) y he decidio que Coleta es el mejor regalo que podría hacerles a estos niños que seguramente no habrán oído hablar de Gloria Fuertes y que crecerán sin ver La Historia Interminable, Los Goonies o Regreso al Futuro. Como dice mi amiga Patriice, es muy probable que mis referencias no sean únicas, que no sea la primera en tener estos pensamientos, que haya más gente que eche de menos esa época en la que todo era más ingenuo y en la que el Mono 13 era sólo un personaje de cuento poético.
Últimamente mi Mono 13 está revolucionado y no hay paracetamol que lo calme.

domingo, 20 de mayo de 2007

El reino de Muy, Muy Lejano (I)

... La joven se giró y sólo alcanzó a ver una silueta que se difuminaba entre la multitud apiñada que cruzaba el semáforo en ese instante. Habría podido reconocer ese cogote entre un millón. Espalda atlética, estatura media, andares de perdonavidas. Seguía llevando el guardapolvo de pana que le llegaba por la rodilla. Eterno.
La coronilla, como siempre, despeinada, y el flequillo casi cubriéndole los ojos. No pudo verlo de frente, pero lo imaginó. Fumando un cigarrillo, sin duda. Las manos fuertes caídas a los lados del cuerpo sólo se levantarían para dar una calada y arreglar algún mechón descarriado. No se habría afeitado hoy. Lo presentía. Llevaría ese aspecto desaliñado de héroe sudado al final de una peli de acción que tanto le gustaba.
Andaría pensando en sus cosas, ausente y ajeno a los cientos de personas que lo rodeaban. Fijándose en algún culo bonito, eso sí. Caminaría hacia ninguna parte, como de costumbre, repasando tal vez mentalmente los días que le quedaban para marcharse. Estaría ensimismado en algún pensamiento que acabaría por desechar a los dos segundos. Memoria de pez.
Dos segundos, el tiempo justo de girar la cabeza, le habían bastado para recordarlo tal como ella lo recordaba. No tal como era, sino tal como lo recordaba.
La joven se preguntó, mientras continuaba su marcha, qué habría venido a hacer al reino de Muy, Muy Lejano. Aunque también podría preguntarse lo mismo de ella.

viernes, 18 de mayo de 2007

Mosquitia Coast

Un mosquito me ha picado en la punta del dedo corazón del pie izquierdo. Estaba yo cómodamente en mi sofá, viendo Friends, cuando sentí una punzada tremenda en la susodicha parte. No noté el resquemor hasta que era tarde, puesto que se trataba de esa hora vespertina en la que no soy dueña de mi cuerpo y las neuronas se sientan un rato a descansar, sin pelearse demasiado con el mono 13.
En esas estaba, digo, y no me di cuenta de que un bichito enano y punzante se estaba apropiando de unos preciados centilitros de sangre, con lo faltita que estoy yo del liquidillo ese rojo que nos corre por las venas. Tras la punzada inicial y el susto de despertarme sin saber quién era ni dónde estaba, lo vi.
El final, podéis imaginarlo. Lo cacé (bichejo torpón...) y le di muerte. No ha sido una gesta memorable ni heroica, pero aunque yo tengo una miniatura de roncha en el dedo corazón de mi pie izquierdo (sí, ese pie en el que una peca sabia habita en el dedo gordo) él se ha despedido de este mundo cruel.
El bichejo no sabía que, aunque medio sopa y atontada por el rurún de la tele, no le quito ojo a mis adorados piececitos. No hay que confiarse, aunque el enemigo esté, o parezca estar, aletargado. La bestia nunca duerme.

jueves, 10 de mayo de 2007

Como la vida misma

"Los números primos son como la vida. Son muy lógicos pero no hay manera de averiguar cómo funcionan, ni siquiera aunque pasaras todo el tiempo pensando en ellos". (frase del libro El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon)

No happy ending


Sin ponerme muy metafísica, porque el calor ya está haciendo mella en mi cerebro maltratado por las ondas del ordenador, me he preguntado, como muchos de vosotros supongo que también, si alguna vez, la vida tendrá un final feliz de verdad. En todos los érase una vez había un y vivieron felices y comieron perdices (¿alguien entendió alguna vez lo de las perdices?). Blancanieves (o Putanieves y el príncipe, en la veresión Pretty Woman), Cenicienta, la Bella Durmiente, son los paradigmas de final feliz que siempre nos han enseñado. De niñas nos conformábamos con ese The End de los cuentos, que siempre mostraba a un valeroso caballero hacia la puesta de sol, cabalgando con su amada a lomos de su corcel blanco.
Ahora eso ya no es suficiente. El coche, el piso (con su consiguiente hipoteca), el teléfono móvil de última generación, la última consola de videojuegos, el dvd, la tele de plasma, la cocina con silestone y placas de inducción, el parqué, el hidromasaje en la ducha, el vestidor en el dormitorio, los cristales de climalit, las vacaciones en un destino exótico, ... se añaden a la lista de objetivos que queremos conseguir para sentirnos vivos y plenos con o sin nuestro príncipe azul. Con, a ser posible. Lo que vuelve a entrar en conflicto con la realidad.
¿Existe el príncipe azul? O, mejor dicho, ¿coincide el príncipe azul de los cuentos con lo que hay en la calle? Todos nos hemos vuelto egoístas, hedonistas, consumistas, perfeccionsitas... y un montón de istas más. Así no hay quien pueda emparejarse, al menos satisfactoriamente.
¿Quién no ha pensado alguna vez en cambiar el príncipe azul por varias ranas que besen de manera decente?

viernes, 4 de mayo de 2007

Me encanta la Plaza de San Francisco en las noches de primavera (y II)

Sevilla en primavera. ¿Hay que decir algo más? La avenida de la Constitución es otra desde la reforma. Han sido meses de puteo para los vecinos de la zona, obras, baches... pero ahora está que da gusto pasear por allí (a excepción de los rieles del tranvía, que amenazan con partir algún tobillo que otro).
La noche es templada, la gente está en la calle, las terrazas se llenan, los árboles están cuajados de flores. Los instintos más primarios salen a la superficie. Y se vuelve lícito frivolizar. A pesar de la que está cayendo (no hay más que poner las noticias para enterarse o trabajar en un medio local con las elecciones municipales a la vuelta de la esquina, como es el caso) una se permite echar una ojeada al mercado de la carne. Que de vez en cuando también sienta bien.
Los chaparrones de mayo duran poco y lavan los pinos. Pero después de los chaparrones sale el sol y la gente se descoca. En una concentración de personas medianamente grande como el concierto de anoche se puede ver de todo. Niños monos, niñas monas, algunos muuuuy monos, y la sangre se altera, para qué nos vamos a engañar.
Te tomas un vino, tapeas, tarareas canciones, algunas las bailas incluso, echas un vistazo, saludas a gente, fumas, disfrutas de la brisa (¿por qué tendré tanto calor últimamente?) y te sientes tan bien que no quieres que ese momento termine porque, para colmo, estás rodeada de amigos.
Lo dicho. Primavera en Sevilla. ¿Alguien da más?

Kamikaze

El ex presidente del gobierno, ese que lleva bigote y decía “mire usted”, ha sentado cátedra (como siempre). Recientemente ha recibido una distinción de los productores de vino y en su intervención al buen hombre no se le ocurrió otra cosa que criticar la campaña de tráfico que reza aquello de no podemos conducir por ti, alegando que ¿quién ha dicho que yo quiero que conduzcan por mí? No conforme con esa perla, se atrevió a defender el ir con unas copas de más, porque eso no es ningún peligro público.

En fin, soy defensora del buen vino y la buena mesa. Me encantan las largas veladas alrededor de un buen riojita o un blanco fresquito, acompañados de grata compañía y una comida apropiada. Pero me parece de risa que un pro hombre de semejante calado político y social se atreva con chistecitos acerca del si bebes, no conduzcas. Sólo le faltaría que criticase la campaña de un conductor cada noche, porque el coche, como la novia, no se presta.

No sé qué habría pasado si algún rockero de chupa de cuero y pelos de punta hubiese dicho que qué es eso de criticar el hecho de meterse una raya o fumarse un porro. Con pincharse no se le hace daño a nadie... De risa, insisto.

No le bastó con hacerse la fotito, con invadir un país que ni le iba ni le venía, con intentar hablar inglés con acento macarrónico, con poner los pies encima de la mesa o con dejarse melena (que se replantee el largo de la coletilla, por favor). Lo mismo lo vemos en algún programa de estos de drama conduciendo en dirección contraria por la autopista al grito de ¡Banzai!.

Me encanta la Plaza de San Francisco en las noches de primavera (I)

Suddenly something has happened to me
As I was having my cup of tea
Suddenly I was feeling depressed
I was utterly and totally stressed
Do you know you made me cry
Do you know you made me die

And the thing that gets to me
Is youll never really see
And the thing that freaks me out
Is Ill always be in doubt
It is a lovely thing that we have
It is a lovely thing that we
It is a lovely thing, the animal
The animal instinct

So take my hands and come with me
We will change reality
So take my hands and we will pray
They wont take you away
They will never make me cry, no
They will never make me die
And the thing that gets to me
Is youll never really see
And the thing that freaks me out
Is Ill always be in doubt

The animal, the animal,
The animal instinct in me
Its the animal, the animal,
The animal instinct in me
Its the animal, its the animal,
Its the animal instinct in me x2

A propósito del título de la canción, leed esto.

jueves, 3 de mayo de 2007

Días de vino y rosas

Los súper famosos piensan que a ellos no les va a tocar. Y allá va, como una palomita, que se come la calle, en un coche de policía, la tonadillera, la viuda de España, la mujer que luce las gafas de sol haya o no motivo. Ídolos con pies de barro que se creen invencibles, intocables, que al final terminan cayendo.
Se habla de linchamiento público, de juicios paralelos, de hacer leña del árbol caído, de dar carnaza al público embrutecido, de cebarse con una mujer cuyo mayor pecado ha sido enamorarse (esta frase me encanta por lo banal).
Sigue siendo una mujer que, si ha cometido algún delito, deberá pagar ante la justicia como cualquiera. Me daría igual que se llamase Mari Pili y fuese la tendera de la esquina. Pero, claro, no es así.
Se le acabaron los días de vino y rosas, de caminos polvorientos hacia la ermita en los que los besos eran interminables, los paseos sacando dientes, los bailoteos en la feria, los empachos de langostinos y el hoy quiero confesarte que estoy enamorada. Ahora toca que al hijo lo saquen yendo de putas, que tenga que declarar ante un juez con sus sempiternas gafas negras, le tocan los encuentros carnales en la celda de una cárcel, los llantos y el crujir de dientes, encima del escenario y a pie de calle.
Quién le iba a decir a ella, cuando cantaba aquello del marinero de lights que iba a terminar tarareando carcelero, carcelero (¡cómo lo hacía Caracol!).
Los medios no tienen derecho a tratarla como a una diana en la que clavar los aguijones del veneno y la ponzoña, pero quien saca a sus hijos a escena como quien enseña un monito de feria, está expuesta a todo.
En realidad, me da pena.

martes, 1 de mayo de 2007

Odio quedar como una tonta, y encima en día de fiesta

Día del Trabajo. ¿Y qué hago yo? Trabajar, claro. No es ninguna sorpresa. Y para colmo de males, no sólo trabajo en día de fiesta sino que mi jefe me hace quedar como una idiota, cuando yo sé que he hecho todo lo posible por que el puto ordenador arranque sin que él tenga que levantarse de su plácido sueño. Joder.