Mari, ¿te imaginas que tres mujeres de la misma familia puedan liarla en cosa de diez minutos con la misma persona?
La escena. El presidente del gobierno autonómico viene al ayuntamiento de mi pueblo. Cuando el hombre se está bajando del cochazo, una señora mayor, a grito pelado, dice que para cabezón ya tiene a su marido en casa. Minutos después a su nieta, que no tenía por qué estar en ese sitio en ese momento, el político en cuestión le da la mano con esa sonrisa de anuncio que ponen los adalides cuando la plebe se agolpa. Segundos más tarde, la tía de la que no tenía que estar ahí le dice al señor presidente que gente más importante ha venido al ayuntamiento y ha dicho buenos días, todo eso en sus morros y con la cara más dura que el cemento armao.
Lo que puede parecer una película española (en la que Chus Lampreave sería la abuela, Blanca Portillo la tía y ... ¿quién haría de la joven e intrépida periodista que, por cotilla, termina saludada por el político?) ... sucedió de verdad.
Sí, Mari, era yo. Mi abuela siempre dice: “¡Qué familia tan complicada, que no le falta de nada!” Qué razón tiene. Y cómo son los genes, Mari. Una bomba de relojería.
Por cierto, ¿quién haría de mí en una película?
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