No sé qué tiene el ciclismo que, quieras o no quieras, termina por enganchar. ¿Qué hacer una tarde de domingo, en verano, con el calor que cae, aburrida de la vida? Pues una enciende la tele y, en vez de las true stories de la sobremesa, se pone la 2 con esos muchachos en maillot, escalando puertos de montaña en los Pirineos.
Encima, si es un español el que tira del pelotón o el que se pone en la teté de la course, le entra a una un ardor patrio que ni con la selección española. Después de muchos años de reinado de Lance Armstrong, le toca el turno a las jóvenes generaciones. Y entre estos jóvenes está Alberto Contador, que va segundo en la clasificación general.
Vaya etapa la de ayer, aguantando como un campeón a rueda de Rasmussen, que le lleva nueve años de edad y varios de experiencia en el deporte. Aunque el danés le propuso algo cuando apenas quedaban tres kilómetros, el español declinó la oferta, ante el individualismo, y yo diría que el egoísmo, del maillot amarillo. Sufriendo, con cambios de ritmo, pegados a las vallas de seguridad, con los aficionados dando el coñazo (¿no entienden que si los empujan pierden toda la concentración o, algo peor, se dan el castañazo?), con el frío, la humedad, el viento... así fue el final de etapa, una de las más emocionantes de los últimos años.
Escalador, joven y prometedor, Contador tiene por delante la oportunidad de volver a ilusionar a miles de españoles con el sueño de un podio en la general. Ojalá la sombra del dopaje no planee nunca sobre sus dos ruedas.
Lo que yo digo. Ni la selección española me levanta tanto el patriotismo como este deporte de minorías. Y eso, que a veces me pongo el ciclismo como somnífero...
lunes, 23 de julio de 2007
jueves, 12 de julio de 2007
La casa grande de Pin y Pon
Cuando eres pequeño, no quieres oír ni hablar de dormir después de comer. Sólo quieres ir a la piscina o jugar con tus Pin y Pon, aunque sea en el patio, con 43 grados cayendo a plomo. Las tardes de verano se hacen eternas cuando tienes tres o cuatro años. La vida parece detenerse y el mundo deja de girar a tu alrededor. Las sobremesas se convierten en mundos inexplorados, cuando todos los demás duermen plácidamente, de mirar cajones vetados, rebuscar en el frigorífico, leer libros prohibidos, seguir una hormiga hasta su guarida, ver la quietud de una lagartija en un poyete, aspirar el aire lleno de olores de jazmín, limón, hortensia y flor del paraíso... Entonces no era necesario sobar intensamente, porque la vida se deshacía en el fuego del asfalto quemado de las tres de la tarde sin que importase el futuro.
Por entonces sólo importaban los cursillos de natación a las nueve de la mañana, el polo de después de comer y ducharse rápido por la tarde para irse a la plaza a jugar con las demás niñas. La vida era una sucesión de acontecimientos entres los que no hacía falta detenerse con una siesta después de comer. La energía rebosaba nuestros poros y nos sacudía como si fuesen descargas eléctricas.
Nunca he sido tan feliz como aquellos veranos en el jardín de la casa de los abuelos, en una tumbona, cogiendo toda la calima del mediodía, hablando sola o con mis muñecos, recogiendo tierra con el camión volquete y enredando sin que los mayores lo supieran. La siesta era el reino de los niños, mientras el mundo adulto descansaba de su ajetreo.
Ahora la cabezadita es perentoria para continuar viviendo. La inocencia quedó atrás y sólo el trabajo puede interrumpir la placidez de cerrar los ojos mientras unos tíos en mallas suben el Tourmalet. Ni siquiera existen ese patio, ni ese jazmín ni ese limonero. El aire acondicionado, tan lejano en los tiempos de mi niñez, es ahora un electrodoméstico más de la casa, tan necesario como la lavadora o la turmix.
La sobremesa ya no es el mundo mágico de lo desconocido. Ahora es un trámite que hay que pasar lo mejor posible para volver a la oficina, a pesar de que el suelo se derrite debajo de las sandalias y las ideas se confunden con fantasías de maragaritas de ron blanco a la orilla del mar.
Se nota que necesito unas vacaciones. Ya.
Por entonces sólo importaban los cursillos de natación a las nueve de la mañana, el polo de después de comer y ducharse rápido por la tarde para irse a la plaza a jugar con las demás niñas. La vida era una sucesión de acontecimientos entres los que no hacía falta detenerse con una siesta después de comer. La energía rebosaba nuestros poros y nos sacudía como si fuesen descargas eléctricas.
Nunca he sido tan feliz como aquellos veranos en el jardín de la casa de los abuelos, en una tumbona, cogiendo toda la calima del mediodía, hablando sola o con mis muñecos, recogiendo tierra con el camión volquete y enredando sin que los mayores lo supieran. La siesta era el reino de los niños, mientras el mundo adulto descansaba de su ajetreo.
Ahora la cabezadita es perentoria para continuar viviendo. La inocencia quedó atrás y sólo el trabajo puede interrumpir la placidez de cerrar los ojos mientras unos tíos en mallas suben el Tourmalet. Ni siquiera existen ese patio, ni ese jazmín ni ese limonero. El aire acondicionado, tan lejano en los tiempos de mi niñez, es ahora un electrodoméstico más de la casa, tan necesario como la lavadora o la turmix.
La sobremesa ya no es el mundo mágico de lo desconocido. Ahora es un trámite que hay que pasar lo mejor posible para volver a la oficina, a pesar de que el suelo se derrite debajo de las sandalias y las ideas se confunden con fantasías de maragaritas de ron blanco a la orilla del mar.
Se nota que necesito unas vacaciones. Ya.
lunes, 9 de julio de 2007
¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?
Las relaciones humanas son de lo más raras y he llegado a la conclusión de que, aunque seamos seres sociales y todo ese rollo filosófico ateniense, estar junto a otros semenjantes es más una cuestión de supervivencia. ¿No habéis sentido nunca la sensación de que una noche de marcha os habéis vestido para matar y que no quedará títere con cabeza porque no habrá nadie capaz de resistirse? Pues haced la operación a la inversa: sentir como si fueses, literalmente, un pulpo en un garaje; pequeñita, pequeñita ante los demás, casi al borde de la invisibilidad. Una u otra sensación desemboca en situaciones bien distintas, claro.
La cuestión es que todos buscamos a alguien o a algo, en su defecto. Y ya no importa la barrera del género. Hombres y mujeres, todos estamos a la búsqueda del grupo que nos define, por semejanza o por diferencia. Heteros, gays, lesbianas, bisexuales..., eso ya da igual, porque se borran las fronteras. Sin embargo todos buscan lo mismo: una mano amiga o una cama amiga, que los lleve hasta un grupo humano en el que sentirse integrado. Somos así de sociales. Y de superficiales.
Llevar una diadema con una flor, un vestido rojo atado con un cinturón y unos zapatos a juego sólo rechinan fuera de contexto. Un beso furtivo y un abrazo robado pueden ser sólo eso o ser mucho más según quien lo dé y quien lo reciba. El dulce mareo que provoca el alcohol puede ser el preludio de una vomitona o de un bailoteo hasta que el cuerpo aguante. Son los demás los que definen los límites por aceptación o rechazo.
Claro que, en este mundo superficial, si se es una diva de metro ochenta, rubia, con tacones, delgada y con una sonrisa de dientes perfectos, todo se te consiente. Ahí sí que se borran los límites. Da igual lo que se haga. Si se eructa, los hombres lo consideran adorable. El mito sigue vigente.
¿Será que la envidia y los celos son naturales en el ser humano y no podemos remediar sentirlos? ¿O será que las mujeres somos todas unas zorras malignas del infierno?
La cuestión es que todos buscamos a alguien o a algo, en su defecto. Y ya no importa la barrera del género. Hombres y mujeres, todos estamos a la búsqueda del grupo que nos define, por semejanza o por diferencia. Heteros, gays, lesbianas, bisexuales..., eso ya da igual, porque se borran las fronteras. Sin embargo todos buscan lo mismo: una mano amiga o una cama amiga, que los lleve hasta un grupo humano en el que sentirse integrado. Somos así de sociales. Y de superficiales.
Llevar una diadema con una flor, un vestido rojo atado con un cinturón y unos zapatos a juego sólo rechinan fuera de contexto. Un beso furtivo y un abrazo robado pueden ser sólo eso o ser mucho más según quien lo dé y quien lo reciba. El dulce mareo que provoca el alcohol puede ser el preludio de una vomitona o de un bailoteo hasta que el cuerpo aguante. Son los demás los que definen los límites por aceptación o rechazo.
Claro que, en este mundo superficial, si se es una diva de metro ochenta, rubia, con tacones, delgada y con una sonrisa de dientes perfectos, todo se te consiente. Ahí sí que se borran los límites. Da igual lo que se haga. Si se eructa, los hombres lo consideran adorable. El mito sigue vigente.
¿Será que la envidia y los celos son naturales en el ser humano y no podemos remediar sentirlos? ¿O será que las mujeres somos todas unas zorras malignas del infierno?
viernes, 6 de julio de 2007
Pluscuamperfecto de subjuntivo
No una, sino varias, son las noches que llevo sin dormir por diferentes razones. Huyendo del calvario de los últimos capítulos de Grey, que ya he visto por ser muy adelantada yo, anoche me dediqué a disfrutar de la maravillosa programación veraniega de nuestras teles nacionales (con las autonómicas ya ni me atrevo).
Entre la variadisísima oferta se encontraban dos nuevas adquisiciones para la parrilla televisiva que no podéis dejar de ver, aunque sólo sea una vez en la vida. Aperreada como estaba ayer, uno de los dos programas me heló el corazón y me hizo hasta reír. Nadie es perfecto se llama la aberración. Los dos equipos son listos contra guapos, aunque no sé por qué no le han puesto directamente feos contra guapos, porque es lo que todo el mundo piensa. Ahora bien, los listos son muy listos y los guapos son muy tontos. Siliconadas ellas, musculados ellos pero juntos no creo que lleguen al coeficiente intelectual de una hormiga obrera. ¡Confundían al Dalai Lama con el Papa y no sabían quién era George Bush! Sobre todo ellas. Mi teoría es que cuando les ponen la silicona, alguna conexión neuronal deja de funcionar y todo se va al carajo.
Con todo, los supuestos feos listos les dieron una lección de humildad, de superación y de inteligencia, que no es solamente saber qué es un eclipse (por dios, por dios) o cuánto es 7x9 (vale, la tabal del 7 es jodida, pero eso es de 3º de EGB), sino que demostraron que la inteligencia también es saber superar las dificultades, tener buen humor y reírse de uno mismo (¿a quién se le ocurriría vestirlos a todos con esos trajes super ajustados y transparentes con los que, efectivamente, parecían espermatozoides?).
En fin, que por otro lado estaban quedando en ridículo licenciados y diplomados en Antena 3 respondiendo mal preguntas que saben contestar niños de Primaria. No hay que ser una lumbrera para conocer la respuesta a semejante pregunta: ¿Cuál es el pretérito pluscuamperfecto de subjuntivo del verbo amar?
Si yo hubiera o hubiese sido el concursante me habría dado vergüenza de no saberlo.
Todo sea por el espectáculo y por mitigar el insomnio de una noche de verano.
Entre la variadisísima oferta se encontraban dos nuevas adquisiciones para la parrilla televisiva que no podéis dejar de ver, aunque sólo sea una vez en la vida. Aperreada como estaba ayer, uno de los dos programas me heló el corazón y me hizo hasta reír. Nadie es perfecto se llama la aberración. Los dos equipos son listos contra guapos, aunque no sé por qué no le han puesto directamente feos contra guapos, porque es lo que todo el mundo piensa. Ahora bien, los listos son muy listos y los guapos son muy tontos. Siliconadas ellas, musculados ellos pero juntos no creo que lleguen al coeficiente intelectual de una hormiga obrera. ¡Confundían al Dalai Lama con el Papa y no sabían quién era George Bush! Sobre todo ellas. Mi teoría es que cuando les ponen la silicona, alguna conexión neuronal deja de funcionar y todo se va al carajo.
Con todo, los supuestos feos listos les dieron una lección de humildad, de superación y de inteligencia, que no es solamente saber qué es un eclipse (por dios, por dios) o cuánto es 7x9 (vale, la tabal del 7 es jodida, pero eso es de 3º de EGB), sino que demostraron que la inteligencia también es saber superar las dificultades, tener buen humor y reírse de uno mismo (¿a quién se le ocurriría vestirlos a todos con esos trajes super ajustados y transparentes con los que, efectivamente, parecían espermatozoides?).
En fin, que por otro lado estaban quedando en ridículo licenciados y diplomados en Antena 3 respondiendo mal preguntas que saben contestar niños de Primaria. No hay que ser una lumbrera para conocer la respuesta a semejante pregunta: ¿Cuál es el pretérito pluscuamperfecto de subjuntivo del verbo amar?
Si yo hubiera o hubiese sido el concursante me habría dado vergüenza de no saberlo.
Todo sea por el espectáculo y por mitigar el insomnio de una noche de verano.
domingo, 1 de julio de 2007
Lo confieso, a veces soy débil... y me gusta
Tengo una mala noticia
no fue de casualidad
yo quería que nos pasara... y tú, y tú
lo dejaste pasar
No quiero que me perdones
y no me pidas perdón
no me niegues que me buscaste
nada nada de esto
nada de esto fue un error
nada fue un error
nada de esto fue un error
Los errores no se eligen
para bien o para mal
no fallé cuando viniste... y tú, y tú
no quisiste fallar
Aprendí la diferencia entre y juego y el azar
quien te mira y quien se entrega
nada nada de esto
nada de esto fue un error
nada fue un error
nada de esto fue un error
Coti, Paulina y Julieta: Nada fue un error
no fue de casualidad
yo quería que nos pasara... y tú, y tú
lo dejaste pasar
No quiero que me perdones
y no me pidas perdón
no me niegues que me buscaste
nada nada de esto
nada de esto fue un error
nada fue un error
nada de esto fue un error
Los errores no se eligen
para bien o para mal
no fallé cuando viniste... y tú, y tú
no quisiste fallar
Aprendí la diferencia entre y juego y el azar
quien te mira y quien se entrega
nada nada de esto
nada de esto fue un error
nada fue un error
nada de esto fue un error
Coti, Paulina y Julieta: Nada fue un error
Échale valor
Aún no apagues la luz,
Quiero verla en tus ojos brillar.
Arde la calle de madrugada,
Me ha abrasado el corazón.
Tenías razón, voy a acabar contigo.
Mañana haré que te despiertes,
Me gusta hacerte rabiar.
Ya sabes por dónde ando,
Merodeando a tu alrededor.
No me digas que me evapore,
Que sufre mi corazón,
Cargado de ideas brillantes,
En los bolsillos.
Tenías razón, estoy fumando demasiado,
Y te sabe a demonios que diga que no.
Aún no apagues la luz,
Quiero verla en tus ojos brillar.
Arde la calle de madrugada,
Me ha abrasado el corazón.
Tenías razón, voy a acabar contigo.
Con un poquito de suerte,
Y algún capote, yo me abro camino,
Con una mano delante y otra detras.
Se abre el telon y sale el sol entre los tejados,
Es una nueva mañana para los dos.
Tenías razón,
Las cosas no son tan sencillas,
Y morirse de risa es la muerte mejor.
Aún no apagues la luz,
Quiero verla en tus ojos brillar.
Arde la calle de madrugada,
Me ha abrasado el corazón.
Tenías razón, voy a acabar contigo.
Amaral: Voy a acabar contigo
Quiero verla en tus ojos brillar.
Arde la calle de madrugada,
Me ha abrasado el corazón.
Tenías razón, voy a acabar contigo.
Mañana haré que te despiertes,
Me gusta hacerte rabiar.
Ya sabes por dónde ando,
Merodeando a tu alrededor.
No me digas que me evapore,
Que sufre mi corazón,
Cargado de ideas brillantes,
En los bolsillos.
Tenías razón, estoy fumando demasiado,
Y te sabe a demonios que diga que no.
Aún no apagues la luz,
Quiero verla en tus ojos brillar.
Arde la calle de madrugada,
Me ha abrasado el corazón.
Tenías razón, voy a acabar contigo.
Con un poquito de suerte,
Y algún capote, yo me abro camino,
Con una mano delante y otra detras.
Se abre el telon y sale el sol entre los tejados,
Es una nueva mañana para los dos.
Tenías razón,
Las cosas no son tan sencillas,
Y morirse de risa es la muerte mejor.
Aún no apagues la luz,
Quiero verla en tus ojos brillar.
Arde la calle de madrugada,
Me ha abrasado el corazón.
Tenías razón, voy a acabar contigo.
Amaral: Voy a acabar contigo
Suscribirse a:
Entradas (Atom)