martes, 25 de marzo de 2008

Bután existe

Queda ya lejana aquella tarde, en cuarto de carrera, en la que dijimos adiós a los pupitres. Fue la última clase que recibimos en un aula en el que hicimos después algún que otro examen, pero que ya nunca volvería a ser testigo de nuestra amplia producción escrita para comunicarnos sin ser amonestadas por los profesores. Pero fue allí, en el mismo asiento que habíamos calentado durante un año, donde surgió la gran leyenda de Bután (Butano para los amigos). No sé si muchos de mis compañeros recuerdan aquella anécdota, pero esta mañana ha vuelto a mi memoria más clara que nunca al escuchar en la radio la maravillosa y singular historia de este minúsculo país asiático que, sinceramente, he tenido que buscar en el mapa.

Por si no lo sabíais (yo no lo sabía) se acaban de celebrar las primeras elecciones democráticas (http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/international/newsid_7311000/7311510.stm) en Bután, después de años (yo diría siglos) de monarquía absoluta. Aunque los butaneses (que no butaneros) adoran a su rey absoluto (que además dicen que es guapo a rabiar). (Dos minutos después puntualizo y afirmo en primera persona: es super atractivo y el menda sólo tiene un año más que yo). A pesar de que ha mandado desterrar a todo el que no sea butanés (algo malo tenía que tener el chiquillo), el reinado se ha basado en el Bienestar Nacional Bruto (en lugar del PIB). Algo así como la felicidad como capital más preciado.

Entre otras cuestiones curiosas, el sexo está bien visto, incluso entre la población más joven, y el placer se entiende como una forma más de felicidad. Algo de lo que aprender, por cierto. Alguna otra cosilla de Bután: se protege a las madres (casadas y solteras), no se apedrea a las adúlteras y existe baja maternal (no sería extraordinario si no se tratase del área geográfica mundial que es).

En fin, que una mañana cualquiera, de martes, como hoy, me he enterado por fin de aquello que un profesor (del que recuerdo el mote que le pusimos las pequeñas ácates, pero no el nombre real) intentó explicarnos mientras nosotros volábamos con nuestra imaginación hacia los campos de nuestro incierto futuro laboral de recién licenciados. Como dirían algunos, el pasado siempre vuelve, aunque sea mientras te lavas la cara y te cepillas los dientes.

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