jueves, 22 de febrero de 2007

Un salto de fe

Esta mañana, mientras peinaba mi escasa melena de figurante de El Gran Gatsby, me acordé de la escena en la que Harryson Ford-Indiana Jones está a punto de conseguir el Grial. Pero antes debe saltar desde la cabeza del león a un abismo en el que puede partirse la crisma. Según las anotaciones del diario de su padre 'sólo el penitente pasará' con un gran salto de fe. Indi es de los pragmáticos, con su lágito y su sombrero y su barbita de cuatro días (como dirían los Hombres G) y no cree en los milagros ni en la confianza ciega en los demás, sólo en sí mismo y en sus posibilidades de conducir un coche a toda leche por el desierto-enfrentarse a los malo con una pistola de una sola bala-nadar a contracorriente por un río infestado de tiburones. Pero él solo y sin la ayuda de nadie.
Sin embargo, ahí, a las puertas de la muerte y con su padre con un tiro en el pecho (¡maldito rubiales nazi!) es capaz de confiar en lo que no puede ver, confía en lo imposible, adelanta el pie en un segundo que corta la respiración del espectador, parece que se va a espachurrar contra el suelo... pero justo en el segundo en que la gota de sudor brilla en su frente y aprieta contra sí mismo el diario, aparece un puente minúsculo del que no se caerá y que le ayudará a cruzar hasta donde está el caballero templario que guarda el Grial.
Yo soy Indi (quise serlo de pequeña, luego quise liarme con él y ahora vuelvo a desear sus experiencias). Doy saltos de fe cada día. Confío en los que me rodean. Les doy un voto de confianza. Camino a ciegas hacia donde ellos caminan, sin preguntas.
Cuando coges la mano de quienes te rodean y saltas, ¿qué más da quién dé el primer paso? El caso es que si confías, nunca te darás de morros contra el suelo.

4 comentarios:

la loca de la casa dijo...

saltar da mucho vértigo a veces, dudas y te tambaleas. Lo mejor de saltar, o de no hacerlo según los casos, es no hacerlo solo. A veces no cuesta mucho, demasiado, pero el colchón es lo más importante, aunque ni siquiera pienses que lo necesitas, como Indi. Aunque tenga agujeros y a veces te hundas de lo endeble que está.

Manolo Lay dijo...

Yo digo ¡saltaaa!... salta conmigo digo ¡saltaaaa!... salta conmigo... ¡saltaaaa!... salta conmigo... saltasaltasaltasaltasasasasa...

Anónimo dijo...

Yo también he dado un salto de fe hoy!He cerrado los ojos y me he dajado caer. Lo que no sé muy bien todavìa es por qué. Yo voto por saltar, pero casi mejor si es por convicciòn, y no por empujòn. Y después, a planear para no pegarse el tortazo! Nadie se trajo el paracaìdas, plis?!!! mc

Pedro-Abeja dijo...

Hace unas semanas vi un documental sobre los yamakasi (los tios estos de los suburbios de París que van dando salto por los edificios en plan hombres-araña) y flipé. Flipé por toda la escuela filosófica, me atrevería a decir, que han creado de la nada. No son imitadores de tal o tal escuela de la antigüedad o del presente en algún país lejano. Yamakasi significa hombre fuerte en congoleño. Cultivan su cuerpo y su espíritu y llaman hermano a los que entran en su grupo. Cuando eran pekeños "jugaban" a colgarse de los brazos de un amigo a mucha altura. Era un gesto de confianza absoluta en el otro. Poner la vida en las manos del otro. Cosas como ésas han hecho de ellos lo que son, han hecho que no se sientan solos en este mundo cada vez más raro y absurdo, les han hecho saber que siempre tendrán a alguien ahí.
No podemos vivir sin tener gente en la que confiar, gente con la que saltar aunque no sepamos hacia dónde ni por qué saltamos.

Me alegra volver a leerte. Sigue en pie la futura reunión bloguera en Sevilla, que no se me olvida.

Un beso.