miércoles, 28 de febrero de 2007
Mi 28-F
Andaluza. Mujer. Trabajadora. Pringada.
Curro por la mañana y curro por la tarde. ¿Pero no se supone que es festivo?
La paella, las migas, la sangría y el bizcocho (mañana me pongo a dieta, lo juro) han hecho que sea festivo. Y la compañía, por supuesto.
lunes, 26 de febrero de 2007
La cultura me satura
Cojo prestado este lema de los chicos de Punto Cultural (que es suyo el copyright, hombre) para describir mi estado de ánimo este fin de semana. Qué ajetreo, Mari: festival de teatro, festival de jazz, los Oscar... Bueno, los Oscar no son en mi pueblo ni yo he asistido (ojalá) pero me han tenido ahí en vilo durante buena parte del sábado y el domingo. ¿Se lo llevará o no se lo llevará? Pues no, se ha quedado sin el Tito Oscar, pero iba monísima ella. Pe, digo.
En fin, que entre el sinvivir de la alfombra roja he tenido mi propia dosis en vena, casi sobredosis, de agenda cultural apretada. Tres obras de teatro y tres días de festival de jazz simultáneamente. ¿Quién puede sobrevivir a eso y no morir en el intento de volverse un cultureta de cuidado? En realidad ya era hora de que en este pueblo haya algo más que Galas de Radiolé, Festival de Reguetón y marchas procesionales (aunque también he oído, niña, que de nada se libra una con esta profesión).
Y lo que me queda, porque el festival de teatro en cuestión termina dentro de dos semanas, es decir, que tengo para hartarme. Lo único bueno es que por fin se dará la oportunidad a los espectadores para que presencien cosas distintas, propuestas que no sean las de siempre de los grupos de siempre, y que algunos de los gurús del teatro aficionado local se queden mudos ante lo arriesgado de algunas puestas en escena (luego saldrán bien o mal, pero por lo menos no se anclan en el catetismo patrio). Es bueno que la gente sepa que existe la tragedia griega, que los clásicos no son aburridos, que hablar con la ese no es sinónimo de mejor vocalización, que un escenario vacío puede decir mucho y uno lleno nada, y sobre todo, que hay vida más allá del folclore y los tópicos.
Ni que decir tiene que el festival de jazz ha sido otro mazazo en la cabeza de quienes piensan que sólo venden las sevillanas. Sorprendentemente concurrido y con una sorprendente alta calidad ha habido grupos de toda la provincia, la gente ha disfrutado y ya hay prevista una segunda edición. Quién lo iba a decir, en este sacrosanto lugar, la tierra de María, que iban a florecer algunos hierbajos que los mandamases se encargan de pisotear continuamente.
Por cierto, como ha habido de todo en este fin de semana tan movidito, me quedo con una frase que le escuché decir a Frank Sinatra en una peli, en blanco y negro, el sábado por la noche, al responder a la pregunta: "¿No tiene usted sentimientos?"; él contesta: "Me los extirparon unos médicos expertos".
En fin, que entre el sinvivir de la alfombra roja he tenido mi propia dosis en vena, casi sobredosis, de agenda cultural apretada. Tres obras de teatro y tres días de festival de jazz simultáneamente. ¿Quién puede sobrevivir a eso y no morir en el intento de volverse un cultureta de cuidado? En realidad ya era hora de que en este pueblo haya algo más que Galas de Radiolé, Festival de Reguetón y marchas procesionales (aunque también he oído, niña, que de nada se libra una con esta profesión).
Y lo que me queda, porque el festival de teatro en cuestión termina dentro de dos semanas, es decir, que tengo para hartarme. Lo único bueno es que por fin se dará la oportunidad a los espectadores para que presencien cosas distintas, propuestas que no sean las de siempre de los grupos de siempre, y que algunos de los gurús del teatro aficionado local se queden mudos ante lo arriesgado de algunas puestas en escena (luego saldrán bien o mal, pero por lo menos no se anclan en el catetismo patrio). Es bueno que la gente sepa que existe la tragedia griega, que los clásicos no son aburridos, que hablar con la ese no es sinónimo de mejor vocalización, que un escenario vacío puede decir mucho y uno lleno nada, y sobre todo, que hay vida más allá del folclore y los tópicos.
Ni que decir tiene que el festival de jazz ha sido otro mazazo en la cabeza de quienes piensan que sólo venden las sevillanas. Sorprendentemente concurrido y con una sorprendente alta calidad ha habido grupos de toda la provincia, la gente ha disfrutado y ya hay prevista una segunda edición. Quién lo iba a decir, en este sacrosanto lugar, la tierra de María, que iban a florecer algunos hierbajos que los mandamases se encargan de pisotear continuamente.
Por cierto, como ha habido de todo en este fin de semana tan movidito, me quedo con una frase que le escuché decir a Frank Sinatra en una peli, en blanco y negro, el sábado por la noche, al responder a la pregunta: "¿No tiene usted sentimientos?"; él contesta: "Me los extirparon unos médicos expertos".
jueves, 22 de febrero de 2007
Un salto de fe
Esta mañana, mientras peinaba mi escasa melena de figurante de El Gran Gatsby, me acordé de la escena en la que Harryson Ford-Indiana Jones está a punto de conseguir el Grial. Pero antes debe saltar desde la cabeza del león a un abismo en el que puede partirse la crisma. Según las anotaciones del diario de su padre 'sólo el penitente pasará' con un gran salto de fe. Indi es de los pragmáticos, con su lágito y su sombrero y su barbita de cuatro días (como dirían los Hombres G) y no cree en los milagros ni en la confianza ciega en los demás, sólo en sí mismo y en sus posibilidades de conducir un coche a toda leche por el desierto-enfrentarse a los malo con una pistola de una sola bala-nadar a contracorriente por un río infestado de tiburones. Pero él solo y sin la ayuda de nadie.
Sin embargo, ahí, a las puertas de la muerte y con su padre con un tiro en el pecho (¡maldito rubiales nazi!) es capaz de confiar en lo que no puede ver, confía en lo imposible, adelanta el pie en un segundo que corta la respiración del espectador, parece que se va a espachurrar contra el suelo... pero justo en el segundo en que la gota de sudor brilla en su frente y aprieta contra sí mismo el diario, aparece un puente minúsculo del que no se caerá y que le ayudará a cruzar hasta donde está el caballero templario que guarda el Grial.
Yo soy Indi (quise serlo de pequeña, luego quise liarme con él y ahora vuelvo a desear sus experiencias). Doy saltos de fe cada día. Confío en los que me rodean. Les doy un voto de confianza. Camino a ciegas hacia donde ellos caminan, sin preguntas.
Cuando coges la mano de quienes te rodean y saltas, ¿qué más da quién dé el primer paso? El caso es que si confías, nunca te darás de morros contra el suelo.
Sin embargo, ahí, a las puertas de la muerte y con su padre con un tiro en el pecho (¡maldito rubiales nazi!) es capaz de confiar en lo que no puede ver, confía en lo imposible, adelanta el pie en un segundo que corta la respiración del espectador, parece que se va a espachurrar contra el suelo... pero justo en el segundo en que la gota de sudor brilla en su frente y aprieta contra sí mismo el diario, aparece un puente minúsculo del que no se caerá y que le ayudará a cruzar hasta donde está el caballero templario que guarda el Grial.
Yo soy Indi (quise serlo de pequeña, luego quise liarme con él y ahora vuelvo a desear sus experiencias). Doy saltos de fe cada día. Confío en los que me rodean. Les doy un voto de confianza. Camino a ciegas hacia donde ellos caminan, sin preguntas.
Cuando coges la mano de quienes te rodean y saltas, ¿qué más da quién dé el primer paso? El caso es que si confías, nunca te darás de morros contra el suelo.
sábado, 17 de febrero de 2007
De dos en dos
Hace unos días ha pasado por nuestras vidas, sin pena ni gloria (por fortuna) el día de San Valentín; que digo yo, qué tendrá que ver un santo con las cuestinones de la carne porque, no nos engañemos, el día de los enamorados es el que más relaciones registra en la historia de la humanidad, estoy segura. Corroborado, además por una visita de trabajo a una tienda erótica de mi pueblo-ciudad para hacer un reportaje, donde su gerente me explicó que se habían quedado sin género debido a la fiestecita romántica del año por excelencia.
En ese día se nos vienen a la cabeza cosas como lo de la media naranja, una idea tan antigua como el mundo y que no voy a explicar, aunque me guste la griegología y me pirre por contar la historia de las piedrecitas...
En fin, que pensaba yo en que lo de la media naranja es un timo, como todo tópico que se precie acerca de esa gran mentira (necesaria, pero mentira) que es el amor en San Valentín. Pero tras unos días de reflexión y una noche movidita la de este viernes terminé por preguntarme otra cosa. O al menos, darle vueltas a lo de las almas gemelas. Y he aquí mi gran interrogante: ¿no podría ser que las personas no tuviésemos como media naranja a nuestro amor verdadero, sino a un clon que anda por ahí con nuestras mismas facciones, nuestros andares, nuestro acento, nuestras ideas, nuestros bailes, nuestros amigos, nuestros trabajos, nuestros miedos, nuestras miserias y nuestras grandezas? Todo esto viene a cuento de un encuentro casual donde los haya, fortuitos y sorprendentes de los que la vida brinda a veces (aunque no sea jueves), en que conocí no a mi media naranja, sino al alma gemela de alguien que conocí. La misma vida en el mismo cuerpo, pero con otro nombre (¡sólo faltaba el mismo nombre!).
Pero lo más absurdo de todo esto, de toda esta experiencia llamada deja vú, fue revivir con ese clon circunstancial una experiencia vivida con el original (o tal vez es al revés, el nuevo era el original y el otro el clon, quién sabe). Casi gesto por gesto y palabra por palabra se resucitó, en unos segundos que me demoré en alargar, una escena calcada de la anterior.
Convencida estoy de que la vida es un ciclo, de eso no tengo dudas. Y empiezo a plantearme si no vamos por ahí compartiendo vidas y ciclos con otros como con la imagen que se refleja en un espejo. ¿Dónde estará mi clon? Si alguien lo ve, recomiéndenle paciencia.
Yo recomiendo el libro Laura y Julio, de Juan José Millás. Para entender mejor los espejos y los espejismos.
En ese día se nos vienen a la cabeza cosas como lo de la media naranja, una idea tan antigua como el mundo y que no voy a explicar, aunque me guste la griegología y me pirre por contar la historia de las piedrecitas...
En fin, que pensaba yo en que lo de la media naranja es un timo, como todo tópico que se precie acerca de esa gran mentira (necesaria, pero mentira) que es el amor en San Valentín. Pero tras unos días de reflexión y una noche movidita la de este viernes terminé por preguntarme otra cosa. O al menos, darle vueltas a lo de las almas gemelas. Y he aquí mi gran interrogante: ¿no podría ser que las personas no tuviésemos como media naranja a nuestro amor verdadero, sino a un clon que anda por ahí con nuestras mismas facciones, nuestros andares, nuestro acento, nuestras ideas, nuestros bailes, nuestros amigos, nuestros trabajos, nuestros miedos, nuestras miserias y nuestras grandezas? Todo esto viene a cuento de un encuentro casual donde los haya, fortuitos y sorprendentes de los que la vida brinda a veces (aunque no sea jueves), en que conocí no a mi media naranja, sino al alma gemela de alguien que conocí. La misma vida en el mismo cuerpo, pero con otro nombre (¡sólo faltaba el mismo nombre!).
Pero lo más absurdo de todo esto, de toda esta experiencia llamada deja vú, fue revivir con ese clon circunstancial una experiencia vivida con el original (o tal vez es al revés, el nuevo era el original y el otro el clon, quién sabe). Casi gesto por gesto y palabra por palabra se resucitó, en unos segundos que me demoré en alargar, una escena calcada de la anterior.
Convencida estoy de que la vida es un ciclo, de eso no tengo dudas. Y empiezo a plantearme si no vamos por ahí compartiendo vidas y ciclos con otros como con la imagen que se refleja en un espejo. ¿Dónde estará mi clon? Si alguien lo ve, recomiéndenle paciencia.
Yo recomiendo el libro Laura y Julio, de Juan José Millás. Para entender mejor los espejos y los espejismos.
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