Un año más, los premios Planeta con su cena de gala, sus personajes famosos y su pico de 600.000 euros de vellón para el ganador. En este caso ha sido Fernando Savater. Y lo ha hecho con un género que parece que no está de moda pero que cuenta por legiones a sus seguidores. Desentendiéndose de catedrales con misterio, griales, héroes de leyenda, mares insondables, guerras civiles y guerras en general, Savater se deja caer con una novela policiaca, detectivesca y de aventuras que, voto a Bríos, me compraré a la menor ocasión.
Desde mi más tierna infancia me piqué con los libros de Flanagan (ah, qué tiempos) y desde entonces todo lo que huela a gabardina, sombrero y sonrisa de Bogart me vuelve loca. Aunque, con aquello de la oferta y la demanda, aparte de los clásicos tipo Marlow, ni flores en este género o subgénero (hablemos con propiedad, que me estoy preparando las oposiciones) literario que tantas alegrías da a sus lectores.
Savater también tiene regusto a adolescencia para mí, con aquellos míticos libros dedicados a Amador, que tanto me hicieron dar vueltas en la cama, presa del insomnio por las miles de preguntas que recorrían mi mente en una edad tan aciaga. Así que, me da igual que digan (como cada año) que el premio está amañado, que ya se sabe de antemano o que es más político que literario. El filósofo-escritor-columnista de opinión se lo merece. Como se lo merecía el año pasado Juanjo Millás por su fabulosa novela El mundo. Todavía no me he cansado de releer y re-recorrer sus páginas y su calle. Oh, se me ponen los vellos de punta de sólo pensar en su-mi experiencia al echar las cenizas del padre en el mar... Uf.
Ah. La novela se llama La hermandad de la buena suerte. ¿Será un título profético?
jueves, 16 de octubre de 2008
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