domingo, 27 de abril de 2008

Living Las Vegas


Ya no me podré casar en Las Vegas. Ni en Las Vegas de Nevada (EE.UU) ni en Las Vegas de Aragón (España). El proyecto de Los Monegros se desinfla, dicen los papeles. La dudosa aportación económica de la sociedad que iba a dotar de millones al desierto ha hecho que los políticos se echen para atrás. Una pena, porque ya me imaginaba yo remontando el Ebro en un Love Boat para hacer luego una travesía en plan road movie y llegar a una White Chappel 24 horas donde pudiera dar el sí quiero vestida de Marilyn a un Elvis decadente. ¡Mierda! Ya no podré hacer todo eso y tendré que conformarme con la boda que -realmente- estoy preparando.


Para que luego digan que no hay crisis, si hasta las grandes multinacionales evitan rascarse el bolsillo. Aunque, digo yo un par de cosas. 1.- ¿Por qué todas las ciudades dedicadas al vicio y el juego se erigen en desiertos? y 2.- ¿Cómo leches pensaban abastecer a semejante monstruo, con lo que se está liando con los trasvases y la sequía? Vamos, son dos preguntitas de nada que me hago, por si alguien tiene a bien contestarlas. O hacer más preguntas.


Cuestiones logísticas y crematísticas aparte, habría sido un puntazo dejar volar la imaginación y convertir la cuna de la jota en lugar de peregrinación para jugadores; recrear escenas de películas míticas en sus casinos; alojar en sus hoteles a grandes estrellas de la pantalla y crear series de televisión basadas en sus sufridos (pero listísimos) cuerpos del orden. ¿Os imagináis CSI Los Monegros? ¿O un Ocean´s 14 con Clooney visitando la basílica del Pilar? ¿O a Sharon Stone lanzando los dados al aire vestida de Lagarterana, mientras Robert de Niro se bebe un chato de vino? ¡Cuán diferente sería nuestro imaginario colectivo!


Me da mucha pena, en serio, no tener esta gran fuente de inspiración literaria, cinematográfica y televisiva a un paso de nada. Más que nada por no poder cumplir estas fantasías posmodernas que antes os he relatado. Lo del agua, la especulación y la crisis son buenas excusas para no permitir semejante barbarie.


PD: Siento la debacle de Los Monegros casi tanto como el cierre de Kuomitv. Cantemos todos un reguetón por el alma de esta web recientemente desaparecida. Perrea, perrea.

miércoles, 9 de abril de 2008

La p con la e, pe


¡Canta, oh, Musa, la cólera de esta empapada redactora!


Con nubarrones de color negro azabache me lié la manta a la cabeza el otro día y me planté en lo que, según algunas culturas milenarias, puede ser el fin del mundo, el finisterre y esas cosas. Dramas aparte, conocí al director de un colegio que lleva más de tres décadas aguantando a los ínclitos alumnos de ese centro, con sus más, sus menos y sus requete-menos. Medio dejado de la mano de los dioses, en el límite de un barrio que está al lado de un polígono industrial, allí ha enseñado el hombre a cientos de chiquillos que ahora sabrá Palas dónde están. En su reducido despacho-secretaría, me contó los avatares de su vida, ligada indisolublemente al colegio en cuestión. Y, mientras él rebuscaba con los ojos interiores de la memoria en el centro mismo del recuerdo, yo ojeaba su mesa, bien ordenada y con algunos cuadernillos de Rubio en un extremo.


En este punto, mientras él hablaba y yo fingía que escribía (porque a veces los entrevistados divagan y uno debe hacer como que no ha perdido el interés), me fijé en el curioso reverso de estos cuadernillos. Dos manos sujetando un lápiz muestran cómo se escribe bien y cómo se escribe mal, en términos no de caligrafía sino físicos. Entonces me di cuenta (oh, sorpresa, oh, dolor, oh, mustios collados) de que cojo mal el bolígrafo. Después de veintitantos años y resulta que, según el cuadernillo Rubio, no sé escribir.


En fin, como no es plan de que vuelva a los ejercicios de caligrafía porque ya es tarde para cambiar mi letra de niña de instituto/médico de la S.S./profesora (es según el día), nada me hará turbar la paz de este día en el que los pies mojados me invitan a un resfriado y la lluvia me recomienda quedarme en casita con la bata puesta.


La pregunta del día: ¿no podría llover todas las noches unas horitas para mantener los embalses llenos y dejarnos sequitos, sequitos el resto de la jornada?