Tengo por costumbre no ver la tele mientras como/ceno, pero ayer hice una excepción, ya que el grado de cansancio era directamente proporcional a la inminente llegada del fin de semana. No sé qué de matar a un pianista en La 2, Solbes vs. Pizarro en la 3, elcantodelloco en la 4 haciendo de poli chuleta, en la 1 no sé qué ponían sobre cante, y poco más. Pero como ahora pillo otras cadenas, me dio por poner Canal 2 Andalucía. Programa de la noche: Andaluces por el mundo. La costa azul. Pues vamos a ver barquitos y casinos, me dije.
El programa, interesante. El personaje andaluz de turno, simpático. Las vistas, inmejorables. Todo iba bien hasta que me di cuenta de que el presentador era un antiguo compañero mío de facultad, que en tiempos llevaba el pelo amarillo (no rubio, amarillo) y que decía que estaba de vuelta de todo a sus veinte recién cumplidos. La visión hizo que se me atragantaran las varitas de merluza y que me acostase con la sensación de estar tirando por el retrete mi vida laboral.
Mientras él se pasea por el mundo, cual andaluz que es, yo me curto en el sufrido mundillo de la prensa local, siendo testigo de cómo la competencia entre medios y la publicidad minan los contenidos, en otro tiempo profundos y analíticos. Ahora, no sólo en mi periódio, sino en la mayoría de medios impresos, lo que prima es lo visual. Muchas infografías. Fotos a tres y cuatro columnas. Detallitos en color. Ladillos. Esquemas. Compartimentación de los textos.
Y yo me pregunto qué ha sido de aquello de "la prensa sirve para ampliar lo que la radio y la tele no pueden decir por falta de tiempo/espacio". Claro que yo ya estudié hace unos añitos y la evolución de los medios es tan rápida como un reguero de pólvora encendido. Está muy bien innovar y crear tendencia, pero sólo falta que a los lectores les metamos las noticias masticaditas, bien pasadas por el pasapuré, como la primera papilla. Ésa que puede que eche yo en breve si sigo dándole vueltas a esta cultura de las imágenes que nos atonta y nos ciega de tanto ver.
Lo importante es estar, lo sé. No dónde se está. Sin embargo, cuando recuerdo aquellos días de facultad, no puedo evitar pensar que algunos deberían tragarse sus palabras. Y atragantarse un poco con ellas.
viernes, 22 de febrero de 2008
lunes, 11 de febrero de 2008
Temporada de rebajas
Lo sé, las rebajas están a punto de terminar, pero mi cabeza está a precio de saldo, lo juro por Helena Rubinstein. Será que las endorfinas me nublan el sentido, pero me da lo mismo las peloteras de Gallardón con Aguirre, me la traen al fresco las elecciones usamericanas y me la refanfinfla que los obispos se pongan en plan borroka.
Es lo malo del amor. Te dejan gilipollas sin poder evitarlo y, encima, consentida. No escucho la radio, no veo los telediarios, no leo los periódicos los domingos por la mañana... Vivo en tal estado de aislamiento que no sé cuando salga si ya se habrá inventado una vacuna contra alguna enfermedad incurable, si los simios habrán conquistado la tierra o si por fin a alquien le habrá dado por utilizar el otro 90 por ciento del cerebro.
De todas formas, y a pesar de ser ferviente admiradora de M 80, me apego a la actualidad con lo último de la Winehouse, que me tiene loca, como diría mi amiga Ro. La otra también. (Reflexión en voz alta: qué curioso que mis dos amigas Ro se pirren por la jirtri esta).
En definitiva: no os asustéis, hermanos. O sólo un poco, porque aunque mi cuerpo esté, mi mente se encuentra a varias galaxias de él. Ah, y que todo no dura. Cuando yo deje de depilarme y mi susodicho empiece a engordar (frase mítica de Friends, sólo para iniciados, sorry) volveré a la vida. O no. Quién sabe si encuentro en este mi estado ideal. Incluso combinado con una vuelta al sarcasmo habitual y la mala leche edulcorada con un tanto por ciento de descuento.
Es lo malo del amor. Te dejan gilipollas sin poder evitarlo y, encima, consentida. No escucho la radio, no veo los telediarios, no leo los periódicos los domingos por la mañana... Vivo en tal estado de aislamiento que no sé cuando salga si ya se habrá inventado una vacuna contra alguna enfermedad incurable, si los simios habrán conquistado la tierra o si por fin a alquien le habrá dado por utilizar el otro 90 por ciento del cerebro.
De todas formas, y a pesar de ser ferviente admiradora de M 80, me apego a la actualidad con lo último de la Winehouse, que me tiene loca, como diría mi amiga Ro. La otra también. (Reflexión en voz alta: qué curioso que mis dos amigas Ro se pirren por la jirtri esta).
En definitiva: no os asustéis, hermanos. O sólo un poco, porque aunque mi cuerpo esté, mi mente se encuentra a varias galaxias de él. Ah, y que todo no dura. Cuando yo deje de depilarme y mi susodicho empiece a engordar (frase mítica de Friends, sólo para iniciados, sorry) volveré a la vida. O no. Quién sabe si encuentro en este mi estado ideal. Incluso combinado con una vuelta al sarcasmo habitual y la mala leche edulcorada con un tanto por ciento de descuento.
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